El pasado 5 de julio se cumplieron doscientos años de la proclamación de la independencia de Venezuela, hecho anunciado solemnemente a las tres de la tarde de ese día por Juan Antonio Rodríguez Domínguez, a la sazón, presidente del Congreso.
Grandes batallas se libraron posteriormente para sacudirnos del yugo español y para lograr la anhelada libertad, hasta llegar al campo de Carabobo el 24 de junio de 1821, donde nuestro ejército patriota bajo la conducción del genio inmortal de Simón Bolívar, derrotó al ejército realista. Con este triunfo se aseguró la independencia de Venezuela, la cual se consolidó posteriormente con la victoria obtenida en la batalla naval del Lago de Maracaibo el 24 de julio de 1823 y con la toma de Puerto Cabello, el 8 de noviembre de ese mismo año.
Muchos fueron los héroes de esa magna gesta que arriesgaron y ofrendaron sus vidas por la independencia y libertad de nuestra patria y por eso siempre les recordamos y les rendimos todos los honores que merecen.
Ahora, después de doscientos años, en pleno siglo XXI, bajo un régimen que mediante la práctica de la máxima maquiavélica “el fin justifica los medios”, quiere imponer a toda costa el comunismo, podemos asegurar que si nuestro Libertador estuviera vivo, no se cansaría de repetir sus palabras “he arado en el mar y he sembrado en el viento”.
Y no es para menos. Mucho costó lograr la independencia, la unificación del país después de las guerras civiles y del caudillismo, la salida de dictadores, la eliminación de las guerrillas castro comunistas, la pacificación y finalmente tratar de construir, con defectos y virtudes un estable sistema democrático, para que en el lapso de los últimos doce años nos encontremos en una encrucijada y obligados a pensar: ¿Cuál independencia y cuál libertad? ¿Qué celebramos?
Una reflexión superficial sobre el tema sencillamente nos llevaría a concluir que hoy más que nunca somos dependientes, porque bajo la dirección del sátrapa que nos desgobierna, se ha hecho entrega de parte de nuestro territorio, se han realizado contratos petroleros completamente desfavorables para nosotros incluyendo regalos a países como Cuba que trafica con este valioso recurso en el Caribe. Se han regalado materiales y equipos de nuestras fuerzas armadas como por ejemplo a Bolivia y Ecuador. Se han construido viviendas, carreteras, escuelas, hospitales, aeropuertos allende nuestras fronteras y se han efectuado dádivas por miles de millones de dólares a organizaciones y grupos extranjeros con fines inconfesables.
Aparte de eso, el sátrapa recibió el gobierno en el año 1999, con una deuda externa de unos 30.000 millones de dólares, la cual pudo haberse pagado, no obstante, lo que hizo fue cuadruplicarla, principalmente con la adquisición de equipos y sistemas de armas militares que bajo ningún concepto constituyen una prioridad para el país.
Asimismo se han ejecutado acuerdos y convenios, con China, Rusia, Bielorusia y otros países, cuyos montos en divisas desconocemos realmente, pero que de acuerdo con las versiones de algunos economistas, podrían estar en el orden de los 25.000 millones de dólares.
A ello hay que agregar lo correspondiente a la deuda interna y a todo lo que financieramente constituyen los pasivos laborales que se tienen pendiente con una significativa población de trabajadores y pensionados.
De cual independencia podemos hablar si somos esclavos del petróleo, porque no han logrado la diversificación de la economía, han destruido paulatinamente el aparato productivo del país, han realizado expropiaciones innecesarias y todo lo posible por ahuyentar a los inversionistas.
Cual independencia, si ya el venezolano común no puede ni siquiera tener acceso a los alimentos de su dieta diaria, primero porque no los consigue y segundo porque la inflación bestial que existe y el sueldo o salario miserable que devenga así lo impide.
Mucho cacareo con el asunto de los territorios socialistas para la agricultura y las actividades pecuarias que no dan resultado, basta sólo con analizar las estadísticas referidas a los movimientos de importación para detectar que jamás como ahora se importan tantos alimentos sin discriminación de origen y sin importar la calidad de los mismos, tómese como referencia el caso de los miles de millones de dólares perdidos por los sucios negocios realizados por la empresa denominada PEDEVAL.
Pero no sólo son alimentos, aquí en este país se ha impuesto lo que podríamos llamar la “cultura del contenedor”, porque se importa desde una aguja hasta un avión, por cierto principalmente fabricados en China.
Cual independencia, si se ha construido un estado paralelo con participación de esbirros cubanos que dirigen y dominan muchos cargos en diversas instituciones venezolanas incluyendo la gran influencia que ejercen en el seno de la fuerza armada y en nuestros sistemas de inteligencia e identificación.
Cual independencia, si el venezolano vive hoy en día más asustado que nunca porque como aquí decimos “si no lo agarra el chingo lo agarra el sin nariz” referido al hecho de que si no lo aborda un delincuente lo hace un miembro de un organismo de seguridad, para amargarle la vida.
Cual independencia, si los otros poderes contemplados en la Constitución Nacional , carecen de autonomía ya que están literalmente arrodillados ante el sátrapa y éste a su vez lo hace ante su mentor, el genocida, asesino y chulo Fidel Castro, quien no sólo lo dirige como le da la gana si no que lo obnubila y lo embelesa de tal forma que lo obliga a quedarse en Cuba hasta que él lo considere conveniente, a sabiendas de que esa acción constituyó una violación más a nuestra carta magna.
Definitivamente, no podemos decir que somos independientes; ello sería una contradicción. Lo que tenemos ahora es una nación dividida entre blancos y negros, entre camaradas y escuálidos, entre patrioteros y golpistas, entre “robolucionarios” y opositores. Un país que no puede resguardar a sus ciudadanos y los deja a merced del hampa, donde hay hambre y miseria, hacinamiento y falta de atención en los hospitales; un país endeudado groseramente, con la inflación más alta del continente; un país violento donde la educación es ya precaria y se han invertido los principios y valores; un país donde predomina la “cultura de la piñata” donde el que da más palos y abarca más, también recoge más; un país donde se impone y se regodea la corrupción roja; un país donde las fuerzas armadas perdieron la institucionalidad y la constitucionalidad y sus integrantes gritan lemas extranjeros de patria o muerte y rinden culto a una persona; un país donde los ciudadanos son embaucados con promesas incumplidas y obligados a efectuar interminables colas para recibir míseras sumas de dinero y para comprar alimentos de mala calidad; un país donde aún funciona la “lista tascón” como una aberrante forma de segregación, si eres rojo todo y si no lo eres, nada.
Todo lo narrado no requiere de un diagnóstico ni de una radiografía para saber que existe, porque lo estamos viviendo. Este es el país que tenemos luego de doce años de actuación de un paupérrimo régimen que por cierto ha administrado una cuantiosa fortuna, cuyo buen uso y empleo, nos hubiera permitido estar entre los primeros países de la región.
Es por eso que todos nosotros, los venezolanos de bien, que queremos una verdadera independencia y libertad para esta noble patria, debemos unirnos y retomar la lucha en forma decidida para salir de esta tragedia que nos afecta profundamente. Realizar todo el esfuerzo necesario, con el fin de planificar y ejecutar todas las acciones que se requieran para hacer cumplir los principios y mandatos establecidos en la Constitución y de esta forma poder restablecer plenamente el único sistema de gobierno allí señalado que no es otro que una verdadera democracia.
Edgar Bolívar
Nota:
Puedo dar fe y asegurar que todo lo expresado en este artículo, no constituye un juicio de valor.
Esto forma parte de la historia contemporánea y actual de Venezuela. Para lectores extranjeros, les sugiero que consulten las páginas web de medios de comunicación venezolanos, del Ministerio Público, Tribunal Supremo de Justicia, Fuerza Armada, Banco Central de Venezuela, gremios, organismos públicos y si es posible que tengan acceso a la Constitución Nacional para que se percaten como es violada por todos los poderes cuando les viene en gana.
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